Tras ruegos y engaños he logrado convencer a Antonio para que venga conmigo a Requena, así pues con Amparo nos vamos los tres, hoy sin Coletitas.
Llegados a esta tierra de buen embutido y mejor vino no vemos pulular ninguna persona humana con pantalones cortos y estirándose las extremidades. Requena es grande, pero tras dar algunas vueltas algo raro sucede. Preguntamos a unos niños por el polideportivo y nos sacan de dudas, la carrera es en San Antonio, a unos 6 Kms.
Sin mucho tiempo de sobra arribamos al lugar, preguntamos por los dorsales y sin achacar mala fe parece que nos tomen el pelo, nos indican diferentes lugares. Los conseguimos.
16 Kms de carrera, 75 Kms de Valencia capital. Conclusión no se ve ningún dominguero. Miguel a jugar con el farolillo rojo.
En la parrilla de salida me he quedado con Antonio más delante de lo que me gusta. Allí saludo a un par de miembros de mi club virtual, uno de ellos, Agustín me ha descubierto este “diario”, además de descubrirse como un gran atleta, menudos tiempos está haciendo el paisano. Al salir delante voy viendo como me pasan uno tras otro todos los corredores, poco antes del primer kilómetro sólo tengo detrás otro voluntarioso atleta y el coche escoba. El recorrido es agradable, unas cuestecillas de nada, los viñedos, las aldeas de Requena donde aunque poca gente sí dan buenos ánimos, y yo un ritmo cómodo que como contrapartida no me hace escapar de ese penúltimo lugar. Y así, primera vuelta, volvemos a San Antonio siendo doblado por los 5 primeros atletas. Amparo me mira con una cara de pena.
En la larga recta de salida del pueblo diviso a algunos compañeros de fatigas más fatigados que yo. La fatiga (valgan las redundancias) empieza a dejarse sentir en mi pesado cuerpo y a mi pesada mente llega la idea que las carreras largas no, que a Carl Lewis le duraban 10 segundos y vaya si triunfó.
A partir del Km 12 ya con cansancios llego a adelantar hasta 5 sufridores más. Quiero ir más despacio pero no puedo, o me pongo a andar o sigo así. Sólo el último kilómetro aumento un pelín aferrándome a mi séptimo puesto por la cola tras sentir unas pisadas a escasos metros.
Tras más de una hora y cuarenta minutos acabo Me dan una bolsa que no sé que me van metiendo y acabo en el puesto del powerade donde me tomo dos y no me sientan muy bien.
Me dan un masaje, me doy una ducha y nos vamos a cenar a Requena.
Entre los powerade, y las dos cervezas me pongo malito, pero un mal que con un par de señores eructos disminuye notablemente. Que bien ha venido practicar en esos concursos de eructos de la adolescencia. No recuerdo ahora quien era … pero hasta el abecedario entero se llegaba a echar un colega de la época.
Y mañana todo el día ping pong.
1 comentario:
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