Con mucho tiempo de antelación llegamos Antonio y yo, allí ya está París con los niños, que le siguen los pasos con una frenética actividad este mes de agosto.
Muchos más coyotes y otras gentes conocidas. A la carrera.
Salgo más lento de lo que puedo pero más rápido de lo que debo. Enseguida dejo que se marchen París y Antonio que iban a hacer un primer tramo suave. Miro el reloj en el kilómetro dos y voy cómodo, pero ya intuyo que he vuelto a meter la pata,: demasiado rápido. Pasa factura pronto, al acabar el 3 ya estoy muy malamente. Comienzo a arrastrarme por los caminos. En la primera cuestecita que hay echo a andar. En el avituallamiento me encuentro a Rocho, ( uno de los más rápidos coyotes) que con molestias ha decidido sabiamente no forzar nada. Con la ayuda de él tras volver a andar un poco conseguiré llegar a meta. Cogemos un ritmito cómodo y así los últimos kilómetros hasta llegar ambos más o menos en buenas condiciones. Hoy muy mal, la semana pasada muy mal y el lunes medio bien. Por qué? Zapatillas? Los dos días mal llevé unas y el medio bien otras. Pues igual.
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